París, es la cúspide de la cultura culinaria. Igualmente en la pastelería, con sus tradiciones y formalidades, es difícil de afrontar. Sin embargo, solamente protegiendo un arte, éste queda relegado en un abrir y cerrar de ojos. Todos los pâtissier que conocí en Francia, tienen el alma creativa de un artesano.
En el establecimiento de Jacques Genin, se puede escoger chocolates y otros dulces, en un espacio iluminado y confortable, además el local también es cafetería. “Siempre trabajo aquí, preparando y creando nueva pastelería. Quiero que el cliente sienta los ingredientes, por eso no preparo los dulces con anticipación. Quiero entregar pastelería fresca y que el cliente la deguste inmediatamente. Me siento un artesano que quiere servir pastelería tradicional”.
Después fui a visitar a SadaharuAoki, pastelero japonés, quien utiliza el cuchillo “SekiMagoroku” de KAI, me cortó una rebanada de torta de rollo de matcha (té verde). Aquí creo que estoy a punto de olvidar que me encuentro en París. Sadaharu me comenta: “Los franceses tienen especial cuidado con la historia y las raíces de la pastelería. En la cuna de la pastelería, no tener en cuenta ésto y trabajar al “estilo propio”, nadie te va a aceptar ni reconocer. En mi caso, estudié bien las bases y abrí mi propio negocio. Desde que abrí hace 15 años, utilice nombres japoneses sin traducirlos al francés, como “matcha” y “yuzu”, para presentar mis productos”. Teniendo los fundamentos tradicionales claros, se puede “jugar” agregando un estilo japonés. Es la diferencia entre desviarse de la tradición y expresar su propia individualidad.